Niveles A2 – B1.
Practica pretérito de indefinido leyendo español, ¡es la mejor forma!
Hemos escrito este cuento para ti. ¡Practica pretérito indefinido e imperfecto y continúa tú la historia!
Sol siempre paseaba por las tardes. Nada la hacía más feliz que coger un librito de la estantería, meterlo en el bolso y caminar hasta el río. “El atardecer es mi momento”, pensaba ella siempre. Su momento de espacio personal, de meditación, de repasar lo que había hecho en el día, de relajarse… Así que, aquella tarde, como todas las tardes, se fue al río antes de la cena.
Al llegar, todo estaba silencioso. “¿Qué pasa hoy?”, se preguntó. Normalmente, el río era un sitio de paso hacia muchos barrios de la ciudad, siempre había gente caminando, charlando, haciendo ejercicio… Le pareció tremendamente extraño no ver a nadie por allí. Aun así, continuó con su plan de pasear un rato y sentarse a leer.
“Esta vez voy a quedarme aquí”. Sol cada tarde elegía siempre el mismo rincón de lectura, pero esa tarde escogió otro.
Desde allí, se veían las montañas a lo lejos y muchos huertos urbanos en la gran ladera de enfrente. Al terminar la segunda página del libro, un ruido sonó cerca de ella. No quiso echar cuenta y siguió leyendo. Por la zona pululaban muchos animales: patos, pájaros, gatos… Sol pensó que quizás alguno estaría pidiendo comida o peleándose por el territorio.
De pronto, una señora anciana salió de unos matorrales.
“¿Tienes hora, hija?” Le preguntó a Sol. “No, señora, lo siento, no llevo reloj”. “¡Ah! Me encantan las personas que no lo llevan”.
Y se sentó al lado. Sol se sorprendió por la visita inesperada, cerró el libro y la observó con respeto.
La señora llevaba el pelo largo y canoso, recogido en un moño, una falda de cuadros hasta las rodillas y un bastón de madera que era casi tan alto como ella. No llevaba tampoco reloj. Parecía un hada madrina, alguien especial que estaba allí para hacer algo importante.
Sol era una chica muy soñadora y fantasiosa, siempre que le pasaba algo fuera de lo normal pensaba en la magia de la vida. Creía que la vida de los adultos era demasiado seria, estaba convencida de que no podíamos olvidar el niño o la niña que llevábamos dentro. La mujer anciana, allí sentada, era misteriosa.
¡Ahora tú! ¿Puedes continuar la historia?
Aquí más ejercicios sobre el pretérito indefinido e imperfecto.
Aquí una recomendación: Cuentos para pensar, de Jorge Bucay.
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